viernes, 18 de mayo de 2007
organizacion del territorio
Para la Administración liberal la división provincial del Antiguo Régimen, con enclaves de unas provincias en otras, es extremadamente ineficaz. Se hace necesaria una nueva división provincial que unifique los territorios y que permita centralizar las funciones administrativas en una capital central. La guerra de la Independencia despierta los sentimientos nacionales de los españoles, que predominan sobre los sentimientos locales y de los antiguos reinos. La constitución de Cádiz consagra el principio de la soberanía nacional, así que el país estaba preparado para la reforma del territorio en nuevos conjuntos, y para la centralización administrativa. El acuerdo no fue difícil, aunque no estuvo exento de tensiones. Se implantará el principio de la administración única, con el pretexto de la generalización de los privilegios particulares, con lo cual los territorios que tenían ciertas prerrogativas no las pierden, aunque se generalicen y las tengan también los demás.
Entre 1811 y 1837 se derogan los señoríos jurisdiccionales, en un complejo proceso que supone una nueva organización del país, ya que de deroga su jurisdicción particular.
Pero la reforma de la organización territorial comienza en 1810 con la división provincial que proponen los ministros de José Bonaparte. El modelo que sigue para esta nueva división provincial es el modelo francés. Divide España en 38 prefecturas y 111 subprefecturas. Esta división del territorio se tomará en cuenta en las Cortes de Cádiz para hacer su propuesta de una nueva división provincial. Se prevé la creación de 32 provincias, sacadas del nomenclátor de Floridablanca pero con algunas correcciones. Sin embargo, esta división provincial es inoperante, pues mantiene los vicios de antes, al consolidar la mayor parte de los enclaves de unas provincias en otras, lo que dificulta la centralización administrativa.
En 1813 Felipe Bauzá dibuja el proyecto de una nueva división provincial. Este proyecto divide España en 44 provincias. Para ello sigue criterios históricos. Sin embargo, esta división nunca llegó a aprobarse ya que la vuelta de Fernando VII supuso la restauración del Antiguo Régimen, y el fin de los intentos de una nueva división provincial.
Sin embargo, la nueva realidad de España exigía otra división del territorio, a pesar de las reticencias del rey. Durante el trienio liberal (1820-1823) se vuelve a intentar la división del territorio, y en 1822 se vuelve a encargar a Bauzá el proyecto. Su nuevo plan divide España en 52 provincias, las actuales más Villafranca y Calatayud, y con capitales de provincia en Játiva, Chinchilla y Vigo. Esta nueva división provincial se hace con criterios de población, extensión y coherencia territorial. Los nuevos territorios reciben el nombre de las ciudades capitales de provincia, que prevalecen por encima de los nombres históricos de los reinos. La división tampoco tiene en cuenta los límites históricos de los territorios, y se eliminan muchos enclaves, aunque no todos. Esta nueva división territorial desata pugnas entre ciudades para ser la capital de la provincia, ya que eso significa tener la Administración central, aunque estas discrepancias son menores. Este proyecto se llegó a aprobar pero no llegó a entrar en vigor ya que Fernando VII recuperó su poder absoluto con la ayuda de los 100.000 Hijos de San Luis.
La división definitiva de España en provincias se haría en 1833, cuando los liberales estaban definitivamente asentados en el poder. Fue Javier de Burgos quien propuso la nueva división provincial. Esta era, básicamente, la del plan de Bauzá de 1822, excepto las provincias de Villafranca y Calatayud, y con algunas capitales cambiadas, como Chinchilla, Játiva o Vigo. Se crean 49 provincias, al frente de las cuales se pone como responsables del gobierno a la nueva figura de los subdelegados de Fomento, antecedentes de los gobernadores civiles (hoy delegados del Gobierno). Esta división territorial será en el futuro la base de todas las divisiones posteriores del territorio, tanto superiores, como inferiores. La división se hace fundamentalmente con criterios geográficos, de población e históricos. Sólo en las provincias vascongadas y en Navarra las provincias conservan sus nombres históricos, en los demás sitios asumen el nombre de la capital de provincia. Sin embargo, se tiene en cuenta algunos enclaves históricos, aunque menores. El más importante es el condado de Treviño, perteneciente a Burgos y enclavado en Álava. En esta ocasión las pugnas por obtener la capitalidad son más violentas, ya que se esperaba que esta división provincial fuese definitiva. La capital tendió a ponerse en el centro de la provincia, aunque hubo excepciones, como la de Badajoz. Además, se pretendía que la Administración de las capitales fuese fuerte, vigorosa y centralizada. Esta división tuvo éxito rápidamente, y se consolidó muy pronto, gracias a que las capitales de provincia fueron dotadas pronto de sus respectivas autoridades, que empezaron a ejercer sus poderes, con el beneplácito real.
Al año siguiente, 1834, se consolida la división provincial con la creación de los partidos judiciales, a los que pertenecerían los ayuntamientos, y que serán competentes como juzgados de primera instancia e instrucción. En 1868 había en España 463 partidos judiciales. Además, estos partidos judiciales servirán de base para hacer los distritos electorales y la recaudación de las contribuciones a Hacienda, lo que explica, también, el éxito del proyecto.
Esta división provincial sufriría pocas revisiones en el futuro. En 1836 se amplía Valencia a costa de Alicante. Entre 1844 y 1845 Guipúzcoa tuvo la capital en Tolosa, en lugar de en San Sebastián. En 1846 se rectifica la frontera entre Ciudad Real y Albacete. En 1851 Requena y Utiel pasan de Cuenca a Valencia. Y en 1927 se produce la modificación más importante al dividir las Canarias en dos provincias: Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife.
Paralelamente a la uniformidad política y administrativa y territorial surgen en España los idionacionalismos, radicales y separatistas. Las guerras carlistas dejan de lado sus reivindicaciones legitimistas y se vuelve a una defensa de los fueros tradicionales de Navarra y el País Vaso.
Sin embargo estas no son las únicas medidas que se toman para hacer de la Administración un cuerpo uniforme en todo el Estado. En 1822 se promulga el Código Penal, que estará vigente hasta 1996, en 1829 el Código de Comercio, en 1859 el Código Civil, etc. Estos códigos garantizan que en todo el territorio nacional exista la misma ley para todos, y para todas las actividades, por encima de las leyes tradicionales, ya que son leyes nuevas que afectan a todo el país y que convienen a todo el mundo.
javier de burgos
De familia noble aunque no acaudalada estaba destinado a servir a la Iglesia, pero abandonó pronto los estudios religiosos en Granada, trasladándose a Madrid para dedicarse a los estudios de jurisprudencia. Con la invasión napoleónica pasó a su servicio ocupando en Andalucía distintos cargos. Dada su condición de afrancesado, en 1812 se trasladó a París donde completó su formación mediante el estudio de las obras de los clásicos, Horacio principalmente, del que tradujo al castellano sus obras. Esta traducción de Horacio fue comentada a su vez por Andrés Bello en un celebrado artículo sobre la traducción. Bello califica a Javier de Burgos de «débil traductor y excelente comentarista de Horacio». Años más tarde, en 1844 publicó una revisión de esta obra que con sus imperfecciones sigue siendo un referente, entre otras cosas por la utilización de la estrofa sáfica en versos sueltos.
Regresó a Madrid en 1819 y en 1822 fue nombrado director de El Imparcial, periódico alrededor del cual se reunieron los afrancesados portadores de las nuevas ideas. Su labor como periodista se compaginaba con una prolija labor como escritor, destacando su Biografía universal antigua y moderna, una traducción del francés que publicó muy reformada y ampliada en varios tomos. De 1827 a 1833 desempeñó distintos cargos de importancia en la Administración. En 1833 fue nombrado secretario de estado de fomento bajo el ministerio de Cea Bermúdez y fue en ese cargó en el que estableció la división territorial por provincias, basándose en los planteamientos del Nuevo Régimen pero tomando como base la antigua división en reinos de España. El decreto fue aprobado el 30 de noviembre y el 22 de diciembre de ese mismo año fue nombrado Ministro de Hacienda. Fue senador y consejero real y en 1846 con el primer gobierno de Narváez ministro de la gobernación, cargo que dejó al hacerse cargo del gobierno Francisco Javier de Istúriz en ese mismo año.
Durante sus últimos años volvió a cultivar la poesía y además de la revisión de la traducción de Horacio ya mencionada escribió poesía de circunstancias siendo de destacar una canción fúnebre a la muerte de la reina doña Isabel de Braganza, una oda al casamiento del rey D. Fernando VII con doña María Cristina de Borbón, aunque destacó entre todas ellas su Oda a la Razón y Al porvenir. También destacó tempranamente como comediógrafo y una pieza suya en el género, Los tres iguales, fue, por cierto, la causa del destierro del gran actor Isidoro Máiquez. Al morir dejó inacabados unos Anales del reinado de Doña Isabel II, que concluyó su hijo Augusto.
los borbones*
Carlos II, el último de los Habsburgos españoles, no dejó descendentes directos pero nombró como sucesor suyo al nieto de su hermana María Teresa y Luis XIV de Francia, Felipe de Anjou. Coronado Rey de España y las Indias, Felipe V fue el primer rey Borbón español inaugurando con su reinado la España de la Ilustración, una época de armoniosas relaciones exteriores, reforma y desarrollo interior.
El reinado de Felipe II se puede dividir claramente en tres fases diferentes: en primer lugar, la etapa de tutelaje por parte de Francia, después, la independencia y, finalmente, la etapa de equilibrio con la gran nación vecina.
1759-1788: Durante el reinado de Carlos III, la política del primer ministro Floridablanca mantuvo a España alejada de conflictos a pesar de la tímida intervención en la Guerra de la Independencia americana. Carlos III realizó una profunda reorganización de la nación, reformó su agricultura e introdujo las últimas novedades en concepción urbana de su Nápoles natal. Fue el momento en que Madrid dejó de ser sólo una población más de la Mancha para convertirse en una ciudad moderna, plena de elegantes edificios a la manera de París, Milán y Nápoles. Disponía de agua corriente, alcantarillado, iluminación urbana y una corte con gran estilo y esplendor.
Aunque existía una resistencia considerable a la introducción de nuevas ideas en los niveles más bajos, los intelectuales del país eran receptivos a los conceptos de la Ilustración y a la Enciclopedia de Diderot. España empezó a formar arquitectos, ingenieros, geógrafos y naturalistas. Más tarde, las ideas democráticas engendradas por la Revolución Francesa iban a llegar a España , aunque no iban a ser adoptadas por las clases políticas y dirigentes.
Después de un breve período de forzada alianza con Francia, que culminó con la derrota británica contra la flota franco-española en Trafalgar, las tropas de Napoleón invadieron España. La sangrienta guerra de los seis años que siguió --la Guerra Peninsular, conocida en España como la Guerra de la Independencia -- en la cual se utilizaron las tácticas de guerrilla y vandalismo, asestó un golpe mortal a la economía española.